Por Valentina Araya, Kinesiologa
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la actividad física (AF) como cualquier movimiento corporal producido por los músculos con el consiguiente consumo de energía; esta incluye el deporte y el ejercicio, pero también actividades diarias como subir y bajar escaleras.
La intensidad con la cual realizamos actividad física hace referencia a cuanto tiene que esforzarse una persona para realizar dicha actividad, pudiendo agruparlas de la siguiente manera:
Actividad física moderada: acelera la forma perceptible del ritmo cardíaco, aumenta la frecuencia respiratoria y el calor corporal. Por ejemplo: caminar a paso rápido o trotar, bailar, realizar jardinería, tareas domésticas.
Actividad física intensa o vigorosa: requiere gran cantidad de esfuerzo y provoca una respiración rápida con aumento importante de la frecuencia cardiaca. Por ejemplo: correr, acelerar el paso en una subida, pedalear fuerte, nadar, bailar con buen ritmo, deporte o juegos competitivos como voleibol, futbol, basquetbol, etc.
Por otra parte, la inactividad física existe cuando una persona no alcanza los requerimientos mínimos actuales recomendados por la OMS de actividad física. Es el cuarto factor de riesgo de mortalidad más importante en todo el mundo que influye considerablemente en la prevalencia de enfermedades no transmisibles (ENT) y la salud general de la población mundial.
Se ha demostrado que la actividad física regular ayuda a prevenir y controlar enfermedades cardíacas, los accidentes cerebrovasculares, la diabetes y varios tipos de cáncer. También ayuda a prevenir la hipertensión, a mantener un peso corporal saludable y puede mejorar la salud mental, la calidad de vida y el bienestar.
Dentro de las recomendaciones mundiales de la actividad física para la salud se proponen ofrecer directrices sobre la relación dosis/respuesta entre la AF y los beneficios para la salud por grupo etario que se detallan a continuación:
5-17 años:
La evidencia científica disponible respecto de este grupo etario reporta en general beneficios para la salud de los niñes y jóvenes. Dentro de los beneficios documentados podemos encontrar mejora en la forma física (función cardiorrespiratoria y de la fuerza muscular), reducción de la grasa corporal, mayor salud ósea y menor presencia de síntomas de depresión.
Las recomendaciones para este grupo etario son:
- Acumular un mínimo de 60 minutos diarios de actividad física moderada o vigorosa.
- La actividad física a realizarse debiese ser en su mayor parte de tipo aeróbica, en donde seria conveniente incorporar actividades vigorosas mínimo 3 veces a la semana.
18-64 años:
Existe una relación directa entre AF y salud cardiorrespiratoria, consiguiéndose una reducción en el riesgo de enfermedad cerebrovascular (ECV), hipertensión y CPC desde los 150 minutos de ejercicio moderado a intenso a la semana e intentan alcanzar 300 minutos máximos de ejercicio semanal divididos en ejercicios aeróbicos y de fortalecimiento.
Importante es mencionar que una manera de totalizar esta cantidad de minutos a la semana puede ser en tandas de 30 minutos diarios los 5 días de la semana.
65 años o más:
La evidencia es clara respecto a la AF regular tanto en adultos de 18 a 64 años como en los que poseen 65 o más.
En algunos casos la evidencia es mayor para el grupo de adultos mayores ya que las dolencias relacionadas con la inactividad física son más habituales en elles.
Dentro de los aspectos más importantes a resaltar se menciona que la AF esta asociada a una mejor salud funcional, menor riesgo de caídas y una mejora en las funciones cognitivas.
Por ende, se deben acumular 150 minutos semanales de actividad física aeróbica moderada o bien NO MENOS de 75 minutos semanales de actividad aeróbica vigorosa o bien el equivalente entre ambos tipos de actividades.
Referencias: