Por Natalia Álvarez, Nutricionista.
Los científicos definen la microbiota como “el conjunto de los microorganismos presentes en un entorno definido”. Como la microbiota varía según su entorno, a la microbiota situada en el tracto intestinal, por ejemplo, se la denominará microbiota intestinal (antiguamente llamada “flora intestinal”).
Cada individuo posee una comunidad microbiana peculiar que depende de su genotipo y de la exposición temprana a los microorganismos de su entorno, pero también de la dieta, los cambios de estilo de vida o la terapia frente a las infecciones. Esto implica que la colonización desde el nacimiento será diferente dependiendo de factores como el tipo de parto, el modelo de lactancia, el entorno en el que crecemos (rural o urbano), nacer en un país en vías de desarrollo o desarrollado, el uso de antibióticos, especialmente los utilizados para combatir infecciones durante el parto y en la primera infancia, etc. Un inadecuado desarrollo de nuestra microbiota intestinal durante los primeros meses de vida por el aumento del número de cesáreas, el abandono prematuro de la lactancia materna o, ya en la edad adulta, por el abuso de antibióticos, una dieta inadecuada o el proceso del envejecimiento, puede llevarnos a un estado de disbiosis con una alteración de la microbiota tanto cualitativa (predominio de especies distintas a las habituales) como cuantitativa (menor concentración de bacterias beneficiosas). La consecuencia será la disminución de sus efectos saludables y la aparición de enfermedades.
Cada vez existe mayor evidencia del papel de la microbiota en la salud de los individuos. La microbiota cumple un papel protector y estructural en el intestino: protector, porque previene la colonización por microorganismos patógenos y estructurales, porque favorece la integridad de la barrera intestinal, lo que refuerza las uniones intercelulares de la pared intestinal. La microbiota intestinal tiene una función metabólica equivalente al hígado. Participa en el metabolismo de carbohidratos no digeribles, síntesis de vitaminas (K y B), producción de ácido linolénico conjugado, reducción de los niveles de colesterol y oxalato en el intestino y en el metabolismo de xenobióticos y fármacos. Otra función esencial de la microbiota intestinal está relacionada con el sistema inmune, ya que la microbiota es fundamental para su desarrollo. El tejido linfoide asociado al intestino comprende un extenso sistema inmune que permanece en constante contacto con la microbiota intestinal, lo que favorece su maduración, y a su vez, en una interacción bidireccional, el sistema inmune determina la composición de la microbiota intestinal.
Si bien no existe consenso sobre lo que constituye una microbiota sana, los investigadores han conseguido determinar sus atributos:
Gran riqueza y/o diversidad de especies: el número de especies diferentes y sus diferencias en un hábitat específico (el tracto digestivo, por ejemplo).
Resistencia y estabilidad en el tiempo: la capacidad para resistir a las perturbaciones (tratamientos antibióticos o dietas desequilibradas, etc.) y para recobrar la estabilidad.
Una gran riqueza de genes microbianos intestinales: el número de genes microbianos en el intestino sería un indicador de buena salud general y metabólica.
¿Qué pasa cuando hay disbiosis?, en los últimos años se ha visto que algunas afecciones digestivas, la obesidad, la diabetes, las alergias, el cáncer, incluso las enfermedades neurodegenerativas, han sido asociadas a una ruptura del equilibrio en la composición o la función de la microbiota intestinal (una situación que los científicos designan con el término de “disbiosis “). Por consiguiente, centrarse en la microbiota intestinal ofrece una posible alternativa para tratar numerosas enfermedades crónicas cada vez más frecuentes en el mundo occidental.
El papel de la alimentación en la mantención del equilibrio en esta microbiota intestinal es fundamental ya que nuestra microbiota se alimenta de lo que nosotros ingerimos, por lo que nuestra dieta es un factor altamente determinante en su composición. En cuanto al consumo de hidratos de carbono, los complejos (principalmente fibra aportada por granos enteros, frutas, verduras, legumbres) son aquellos que más influyen en la microbiota. La fibra, tanto soluble como insoluble, promueve la presencia de bacterias beneficiosas en la microbiota intestinal, como son los géneros Bifidobacterium y Roseburia, y la especie Faecalibacterium prautznii, a la vez que disminuye la presencia de bacterias patógenas. Además, el consumo de fibra aumenta la producción de ácidos grasos de cadena corta (AGCC), que tienen numerosos efectos beneficiosos en la salud (sirven como fuente energía para los colonocitos, previenen el cáncer de colon y regulan el metabolismo lipídico a nivel hepático, entre otros).
Respecto al consumo de proteínas, en función del tipo, la cantidad y de qué se acompañen, pueden ser beneficiosas o perjudiciales. En general, el consumo de proteínas aumenta la diversidad microbiana, lo que se considera beneficioso para la salud, pero, por otro lado, puede aumentar la presencia de bacterias patógenas, la producción de compuestos tóxicos.
Para finalizar con los macronutrientes, el consumo de grasa también afecta a la microbiota. Los efectos dependen de la cantidad de grasa ingerida y del tipo (saturada, monoinsaturada o poliinsaturada). Dietas con alto contenido en grasa disminuyen la diversidad microbiana, con lo que decrece la presencia de bacterias protectoras y aumenta la permeabilidad intestinal, lo que favorece el aumento de los niveles de un compuesto llamado lipopolisacárido en sangre (LPS) que produce inflamación sistémica.
En conclusión si bien hay factores que ya no podemos manejar para tener o mantener una microbiota en óptimas condiciones, como son el tipo de parto o el consumo que tuvimos de lactancia materna en el pasado, hay factores que si contribuyen al bienestar y diversidad de estos microorganismos como es una alimentación variada y rica en fibra, además de mantener una actividad física frecuente.
Fuentes:
Modulación a través del estilo de vida de la microbiota intestinal. Lifestyle modulation of gut microbiota. Beatriz de Lucas Moreno, Rocío González Soltero, Carlo Bressa, María Bailén yMar Larrosa (https://abacus.universidadeuropea.es/bitstream/handle/11268/8458/Nutrici%c3%b3n_Hospitalaria_2019_%2036_3_35-39.pdf?sequence=2&isAllowed=y)
Diet and microbiota. Impact on health. Guillermo Álvarez Calatayud, Francisco Guarner, Teresa Requena, Ascensión Marcos (https://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0212-16112018001200004)
Gutmicrobiota for health (https://www.gutmicrobiotaforhealth.com/es/sobre-la-microbiota-intestinal/)